Descendientes de las tribus originarias de las tierras fronterizas entre Arshalán y los Chothgar, los hakrapenses son un pueblo de supervivientes dispuesto a darlo todo con tal de vivir un día mas. A lo largo de su historia numerosas desgracias han asolado sus tierras, desde invasiones de civilizaciones mas avanzadas hasta la esclavitud por parte de criaturas superiores, lo cual les ha obligado a participar en una lucha constante por la supervivencia donde el mas mínimo fallo significaría la destrucción de su cultura. Sin embargo, los hakrapenses lograron sobreponerse y prosperar en el más hostil de los lugares. Ellos jamás olvidarán las desgracias por las que pasaron y tienen la certeza que habrá más dificultades en el camino, pero están preparados para emplear cualquier método para superarlas aunque conlleve perder su humanidad a ojos del resto del mundo.
La historia de los hakrapenses comienza en las planicies de Kimon, donde una vez sus habitantes vivieron en tribus separadas que apenas llevaban unas cuantas generaciones asentadas y aún estaban aprendiendo cómo relacionarse entre si. Pese a eso la convivencia y su calidad de vida no era mala hasta la llegada de un temible invasor. La identidad exacta de este enemigo ha pasado al olvido pero la destrucción que provocaría a los antepasados de los hakrapenses marcaría para siempre su historia.
Las tribus intentaron resistir a este nuevo enemigo, pero fueron incapaces de hacer frente a su tecnología y estrategia superior. Diezmadas y forzadas a retirarse de sus tierras, aquellas tribus tomaron la dura decisión de escabullirse en los extensos pantanos del sur donde ninguna civilización se atrevía a entrar para evitar la aniquilación completa. Con el paso del tiempo los hakrapenses lograron adaptarse al hostil terreno de los pantanos y reconstruir su devastada civilización ahora que eran libres de sus enemigos. No obstante, el miedo a las amenazas exteriores les hizo extremadamente aislacionistas y temerosos del mundo más allá de la seguridad del pantano.
Los hakrapenses se resignaron a su nueva forma de vida y con el paso de las generaciones acabarían aceptando el pantano como su hogar y dando por perdidas sus tierras originales. Este sentimiento de seguridad se rompió para siempre con la aparición de una nueva amenaza que pondría en juego la existencia misma del pueblo hakrapense. El pantano donde los hakrapenses se habían refugiado estaba ya habitado por un temible clan de dragones negros, monstruos horripilantes que se alimentaban de carne humana quienes verían a los nuevos habitantes de su tierra como deliciosos manjares.
Los hakrapenses no podían hacer frente a la fuerza de los dragones y centenares acabaron devorados por estos monstruos, devastando la débil civilización que ahí se había formado. Aquellos que sobrevivieron no tuvieron otra opción que someterse a los dragones, prometiéndoles sacrificios humanos periódicos a cambio de dejarles con vida. Con esta fatídica decisión el pueblo de los hakrapenses se había convertido en poco más que el ganado de los dragones, empujando a las pobres tribus del pantano a la ira y la desesperación más profundas. Esta época sería recordada como el periodo más oscuro del pueblo hakrapense que a su vez acabaría moldeando para siempre su identidad, unificando así a las diferentes tribus del pantano en una sola.
Cuando todo parecía perdido para los hakrapenses sus plegarias fueron escuchadas por una siniestra entidad del plano sombrío conocida como la Madre del Abismo. Este ser empezó enseñar los secretos de la magia prohibida a un selecto grupo de hakrapenses con el fin que estos tuvieran el poder suficiente para enfrentarse a los dragones. La apuesta de la Madre del Abismo dio sus frutos cuando sus elegidos se enfrentaron y mataron al patriarca de los dragones junto a su prole, liberando a los hakrapenses de su tiranía y entrando en la leyenda como los Nueve Héroes de Hakrapeu.
La muerte de los dragones traería el fin a esta época de miserias y le seguiría la creación del actual reino de Hakrapeu. Los héroes ocuparían los puestos más importantes de este nuevo reino, dando origen a las nueve grandes casas de Hakrapeu, mientras que su líder se alzaría como su primer rey. Al igual que el primer monarca alcanzó su trono derrotando a un gran dragón todo sucesor al trono debe bañarse en sangre de dragón y sobrevivir para ser digno de tal honor.
Los hakrapenses se caracterizan por ser gente apática con poco interés en el mundo más allá de sus tierras, lo cual puede variar desde el pequeño pueblo donde vivan hasta el pantano en sí. Esta forma de pensar se debe principalmente a la discriminación que han recibido a lo largo de la historia por parte de sus vecinos, quienes les consideran una raza de hechiceros oscuros carecientes de moral y escrúpulos. Los hakrapenses comparten esta misma antipatía hacia el mundo exterior y prefieren evitarlo para no meterse en conflictos innecesarios que jamás ganarán.
Este comportamiento aislacionista hace que se centren más en el cuidado de sus propias tierras y en la adoración a la Madre del Abismo, a quien siguen con fervorosa e incuestionada devoción. Por lo general la adoración a la diosa suele consistir en un rezo al alba y otro al anochecer junto con algunas ofrendas ocasionales. No obstante, una vez cada tres meses se lleva a cabo una gran celebración religiosa caracterizada por numerosos sacrificios rituales hechos sobre grandes altares de piedra. Los hakrapenses tratan esta celebración como una manera de devolverle a la diosa una fracción de lo que es suyo a cambio de la oportunidad de seguir bajo su protección.
La veneración de esta oscura entidad también le da a los hakrapenses una visión muy diferente sobre la vida y la muerte comparada con otros pueblos a su alrededor. Ellos ven la muerte no como un fin sino como el retorno a la oscuridad de donde nacieron. A sus ojos todo ser vivo nace de la Madre del Abismo y en algún momento volverá a él, haciendo así que la mayoría no tema la muerte en sí sino el juicio de esta oscura entidad. Otro rasgo característico de los Hakrapeness que les trae el rechazo del exterior es el hecho que no consideran la nigromancia como una magia tabú. Esto se debe a su creencia que esta origina de las enseñanzas de la Madre del Abismo, quien les otorga el poder de manipular tanto la vida y la muerte como premio por su adoración.
Los hakrapenses han quedado marcados por su estancia prolongada en el pantano. La falta de luz solar en el pantano ha hecho que su piel sea de todos más pálidos y tengan poca tolerancia a temperaturas extremas. Su cabello es generalmente negro o de colores oscuros mientras que sus ojos son típicamente castaños o verdes. Sin embargo, aquellos que poseen la sangre de los héroes o su cuerpo se encuentre influenciado por fuerzas sobrenaturales pueden llegar a desarrollar rasgos especiales distintos a los de sus compañeros.
Su ropa tradicional suele estas basada en prendas de tela ligeras de colores oscuros, combinadas comúnmente con brazaletes y adornos para la cabeza. Estos adornos acostumbran a estar hechos de pieles o hueso en el caso del pueblo llano y de oro puro y piedras preciosas en el caso de los nobles, aunque no es raro ver a algunos líderes menores encargados de dirigir algún pueblo utilizar algún adorno de oro en ocasiones importantes de la misma manera que lo harían las grandes casas.
Los hakrapenses consideran a la mayoría de sus vecinos como gente ilusa que sin duda alguna moriría rápidamente en el pantano. Debido a sus tendencias aislacionistas ellos se relacionan poco con los demás y solo quieren que les dejen tranquilos. No obstante, esta forma de pensar tiene ciertos matices según la opinión que tienen de algunos vecinos específicos dependiendo tanto de sus creencias como la manera que les han tratado hasta el momento.
Los Arshalaníes de todas las razas y culturas son para los Hakrapenses gente completamente diferente con la que no entablaría relaciones si no fuera por la abrumadora diferencia de poder entre ambas naciones. Su fe ciega en la Hueste Celestial les parece una tontería y no soportan su comportamiento idealista y evangelizador hacia ellos. Debido a la condición de su reino como estado vasallo de Arshalán los Hakrapenses sienten gran desagrado hacia ellos y muchos esperan que con el tiempo puedan liberarse de su yugo.
Los hakrapenses sienten cierta simpatía hacia los aven ya que ellos también viven aislados en sus tierras y les interesa poco lo que sucede en el exterior. Aunque la relación entre ambos no ha llegado a profundizarse, los hakrapenses ven a los aven como gente sensata y práctica que no se deja llevar por los tabúes y las supersticiones. Por este motivo son su vecino más afín y uno de los pocos que respetan.
Los chothgar representan lo peor que podría encontrarse un hakrapense y no quieren tener nada que ver con ellos. Casi como si hubieran nacido para llevarse mal, los chothgar sienten un fuerte rechazo hacia las artes oscuras empleadas por algunos habitantes del pantano mientras que a los hakrapenses les disgusta su agresividad y belicosidad sin sentido. Debido a las hostilidades entre ambos una de las casas nobles hakrapenses tiene la misión permanente de entrenar, formar y dirigir un ejercito que protega en las fronteras por si alguna vez el enfrentamiento con los chothgar llegara a escalar. Tal es su rechazo que se refieren normalmente usando una expresión que en su lengua significa “asquerosos pieles grises”.
Los tapeties son uno de los pocos pueblos con los que están dispuestos a mantener relaciones con cierta regularidad, aunque sea a través de la intermediación de unos pocos nobles en lugar del libre comercio. La mentalidad tolerante de los tapetíes hacia las excéntricas costumbres hakrapenses y sus productos más cuestionables hace que los hakrapenses los tengan como socios comerciales preferentes. Pese a ello, los hakrapenses piensan que los tapetíes son gente frívola demasiado acostumbrada a sus comodidades que poco duraría ante una desgracia de verdad.