El Imperio de Arshalán es la potencia hegemónica del subcontinente de Kimon y una de las naciones más poderosas de todo Raldamain. Gobernado por el Mhayid, quien es tanto líder espiritual como político, el imperio es la única y más poderosa nación que sigue la religión Mekhatimista, una doctrina fundada por la profeta Mekhatim en el siglo XXXVII. Desde sus humildes orígenes como una comunidad espiritual de refugiados y tribus montañosas unidas, el Imperio de Arshalán ha crecido hasta convertirse en una de las naciones más poderosas de Raldamain, expandiendo su influencia religiosa, cultural y militar en la región.
A lo largo de milenios, el territorio que hoy compone el Imperio de Arshalán ha sido testigo de numerosas civilizaciones, imperios, invasiones y conflictos, desde el dominio del Primer Imperio hasta las reformas impulsadas por la Profeta Mekhatim y sus sucesores. El desarrollo de Arshalán como un imperio consolidada ha sido posible gracias a la fusión de religiosidad, tradición y fervor militar, elementos que sustentan su expansión e influencia en el subcontinente.
La historia del territorio conocido hoy como Arshalán se remonta a tiempos inmemoriales, cuando el subcontinente de Kimon estaba dividido entre múltiples culturas humanas y no humanas. Las llanuras de Letemi estaban habitadas por tribus agrícolas que veneraban a espíritus de la naturaleza; las estepas de Küdüzu eran hogar de pastores nómadas, y las tierras frías de Ayután albergaban pueblos cazadores y recolectores.
Estas culturas desarrollaron sistemas de creencias y estructuras sociales únicas, pero poco a poco fueron cayendo en el olvido hasta el punto que sus nombres reales se han perdido en el vacío de la historia. La única excepción a esta norma son los Leoninos, una orgullosa y guerrera cultura que habitaba las montañas de Kajmasar y se mantenía alejada de los asuntos de las tierras bajas.
La llegada de los Strakios, un grupo de refugiados procedente de tierras lejanas, cambiaría el destino de la región. Estos exiliados, guiados por Feyn, dios de la humanidad, llegaron a la actual región de Letemi y se establecieron allí. Feyn, considerado por los Strakios como el único dios verdadero, transmitió a su pueblo enseñanzas sobre la justicia, la unidad y el destino humano. Los Strakios, los primeros Feynistas, formaron comunidades organizadas y comenzaron a predicar su fe entre las poblaciones nativas de Raldamain, convirtiéndolas al Feynismo.
La ciudad de Natanea fue fundada en esta época, erigiéndose como un centro de saber y devoción para el naciente Feynismo. Natanea pronto se transformó en la capital del Primer Imperio o Imperio Nataneo, que expandió sus fronteras mediante la diplomacia y la fuerza, y comenzó a construir una civilización poderosa y unificada en Kimon.
El Primer Imperio, bajo la dinastía Veliria, se convirtió en la entidad dominante del subcontinente. La infraestructura creada en esta época—como caminos, canales, y templos—fue esencial para la prosperidad de la región. Su ejército, dotado de una organización y estrategia superiores, unificó las tierras de Arshalán, exceptuando las montañas, donde los leoninos mantuvieron su independencia y resistieron la conversión al Feynismo.
Una de las innovaciones más icónicas del Primer Imperio fue la creación de las ciudades voladoras, plataformas místicas que sobrevolaban las tierras y desde las cuales los líderes gobernaban sus territorios. Estas ciudades representaban el apogeo de la ingeniería y la magia nataneas, y permitían al emperador observar y controlar sus dominios desde los cielos. Sin embargo, el estilo de vida en las ciudades voladoras provocó que la élite imperial se distanciara de los pueblos terrenales, generando resentimiento y problemas en la administración.
Con el tiempo, el Primer Imperio comenzó a desmoronarse desde dentro. La decadencia, la corrupción y el desprecio hacia las clases bajas se convirtieron en una carga para la estabilidad de sus territorios. Aun así, su impacto en la cultura, la religión y la tecnología de Kimon sentó las bases para los futuros imperios de la región.
La llegada de los Tangarinos, un pueblo nómada y guerrero originario de un lejano continente, precipitó el colapso del Primer Imperio. Los Tangarinos eran temidos por su habilidad en la guerra y su organización tribal flexible, que les permitía adaptarse rápidamente a las tácticas del enemigo. Aunque el Primer Imperio se defendió en un principio, la invasión coincidió con una serie de conflictos internos, y los Tangarinos lograron penetrar en el corazón del imperio, apoderándose de vastas zonas de las estepas de Küdüzu.
El último emperador del Primer Imperio, Tenebrio, intentó consolidar su poder y enfrentar la invasión mediante una ambiciosa campaña militar, pero en su búsqueda de dominio desafió al propio Feyn, al intentar ocupar su puesto divino. Como castigo, Feyn derribó las ciudades voladoras desde los cielos, hundiendo al imperio en la desesperación. Este evento, conocido como el Castigo de Feyn, marcó el fin del Primer Imperio y el comienzo de un período de caos.
La caída del Primer Imperio de Natanea desató una era de fragmentación en Kimon conocida como la Época de los Reinos Sucesores. La región se dividió en pequeños reinos, cada uno con ambiciones de poder y fuertes raíces culturales. Uno de los primeros y más influyentes fue el Reino de Arkedania fundado el general nataneo Arkedio I, quien se proclamó “Rey de los Feynistas” e intentó unificar a los seguidores de Feyn bajo su mando, promoviendo una cultura basada en la devoción y en los principios del Primer Imperio. Su capital fue la ciudad de Beisenia, que se convirtió en un importante centro de estudios religiosos y militares.
Mientras tanto, en el norte de Kimon surgió el Reino de Ayután, fundado por tribus norteñas que irrumpieron en los antiguos territorios nataneos aprovechando el vacío de poder. Este reino, caracterizado por su cultura guerrera y respeto ancestral, mantuvo una relación tensa con los Tangarinos, Feynistas y Chothgar vecnios, con quienes libraron conflictos constantes. Al mismo tiempo, los Tangarinos de las llanuras centrales, liderados por el Khagan Targhush, formaron el Khanato de Shimur. Bajo su mandato, los Tangarinos realizaron numerosas incursiones en los territorios feynistas y ayutanos, fortaleciendo su identidad nómada y guerrera.
Aunque Arkedania fue uno de los reinos más poderosos del subcontinente, jamás alcanzaría la grandeza de civilizaciones pasadas y acabaría colapsando tras pocos siglos de existencia. La muerte del rey Erénico Arkediano I sin un heredero, se fragmentó en tres reinos: Beisenia, Tarene y Elteya. Cada uno desarrolló su propia versión del Feynismo, creando divisiones ideológicas que moldearían la región en los siglos venideros.
Hacia el final de la época, la región ansiaba estabilidad, y los reinos feynistas del sur iniciaron un movimiento de reconciliación espiritual, conocido como la Devoción Profunda, que buscaba unificar a los devotos de Feyn. En Ayután, el rey Tarlak el Justo fortaleció la cultura ayutana al establecer un sistema de justicia enraizado en el honor a los ancestros. Aunque la paz era frágil, la consolidación cultural y la renovada identidad de cada reino dejaron una huella duradera en el subcontinente.
La llegada de la Profeta Mekhatim marcó un punto de inflexión. Nacida en la ciudad capital de un reino Feynista (nombre aún por determinar), Mekhatim afirmaba recibir visiones de los Celestiales y predicaba una nueva fe, el mekhatimismo, basada en la adoración de la Hueste Celestial. Al considerarse sus enseñanzas una amenaza, fue exiliada a las montañas de Kajmasar. Desde allí, Mekhatim predicó su fe y logró convertir a las tribus leoninas de la región, unificándolas bajo su liderazgo y formando un ejército formidable.
Con sus seguidores, Mekhatim descendió de las montañas y conquistó su ciudad natal, rebautizándola como Sershalán. Mekhatim murió en un combate legendario contra Meisodh, un profeta Chothgar que lideraba una horda invasora. Tras su muerte, Canrim, líder de las tribus leoninas, asumió el liderazgo y fundó el Imperio de Arshalán, convirtiéndose en el primer Mhayid.
Canrim fue sucedido por una serie de Mhayid que continuaron expandiendo el imperio, sometiendo tanto a los Tangarinos como a los Feynistas del sur. La fe mekhatimista se consolidó en el territorio y fue ganando adeptos en otras regiones, desatando guerras religiosas con los imperios de Mazarín y Ustilus, quienes consideraban a Arshalán una amenaza a la supremacía del Feynismo.
Para fortalecer sus fuerzas, Arshalán firmó un pacto con los Aven del Pico, un pueblo poseedor de antiguos conocimientos mágicos. Este pacto garantizaba la independencia de los Aven a cambio de su colaboración mágica y militar en las campañas del imperio.
Con el paso del tiempo, la influencia mekhatimista se extendió por todo Kimon, convirtiéndose en la segunda religión más seguida en Raldamain, superada solo por el Feynismo. La desaparición de Feyn dejó un vacío espiritual en el subcontinente, permitiendo que el mekhatimismo se consolidara aún más y diera a Arshalán una ventaja sobre sus rivales.